jueves, 29 de mayo de 2014


Una nueva noche en Tu Madre con narraciones sobre las pasiones futboleras. Los esperamos.



4 comentarios:

  1. EXccelente!!!!marcuenteros!!!!

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  2. Gra Segura narró el siguiente cuento.
    Saludos
    Gra

    EL HEROE de Ricardo Mariño

    De todos los bichos de la Plata de Limón el mosquito Efraín era el más sufrido. No había cucaracha, araña bicho bolita o moscardón que no se riera de él porque era muy asustadizo, torpe, tímido. Hasta sus padres y hermanos solían murmurar “¡cabeza de mosquito!” cuando el cometía un error. TENGO QUE HACER ALGO, pensaba Efraín mientras en vano trataba de no oír las burlas de los vecinos.
    Un día tomó una decisión: abandonar la Planta de Limón donde vivía y salir al mundo. De madrugada, mientras todos dormían, se marchó. Voló dos horas seguidas y al fin llegó al puerto. Eligió un barco que tenia un delicioso olor a pescado podrido y se refugió en el camarote del capitán.
    Cuando el barco zarpó Efraín recordó a sus padres y hermanos y rompió a llorar, pero luego pensó: “tengo que aprender a ser fuerte, para eso emprendí esta aventura… Recorreré el mundo….volveré con el ojo furioso”
    Sus problemas empezaron ni bien tuvo que procurarse comida. Efraín se tiró en picada sobre el enorme brazo del capitán, hundiendo el aguijón en la piel.
    --¡Maldición!—grito el hombre, alzando su mano gigantesca. Una milésima antes de que la mano se estrellara contra su brazo Efraín logró apartarse. Furioso el capitán agarró un mata mosquitos y lo persiguió por todo el camarote. Tras una terrible persecución Efraín escapó por debajo de la puerta.
    El resto del viaje estuvo lleno de peligros: un temporal lo sorprendió descansando en la vela mayor, otro día fue atacado por armas químicas por el enloquecido cocinero chino que lo bañó con aerosoles e insecticidas. Efraín tosió 3 horas seguidas.
    Otro terrorífico momento fue cuando sus patas quedaron pegadas al dulce de leche que comía el fogonero del barco….De todos estos peligros Efraín se las arregló para salir con vida.
    El barco amarró por fin en el puerto inglés de Liverpool. Efraín bajó y conoció los sitios más increíbles. Un día peleó contra dos jejenes británicos y los venció. Otro día se quedó enredado en las telas de una araña escocesa y demostrando una fuerza que ni el mismo imaginaba, logró desprenderse.
    Mientras tanto los vecinos de la Planta de Limón y en especial los padres y hermanos de Efraín no pasaban un día sin recordar al mosquito, arrepentidos de haberlo maltratado, ¿donde estará? Qué injustos fuimos. Era un mosquito muy joven y nos burlábamos de é, decían.
    Hasta que una noche sucedió algo increíble: todos los bichos del vecindario se trasladaron hasta el bar de Don Chicho, a ver el partido de Argentina-Inglaterra. Cada uno se acomodó como pudo, volando alrededor de la lamparita, o sobre el pelo de los hombres que miraban.
    Pero casi se mueren de emoción cuando después del gol argentino, vieron que ¡el mosquito Efraín daba vueltas y vueltas ante la cámara festejando el gol! ¡Efraín estaba en Inglaterra!
    En el segundo tiempo el referí dio un penal para los ingleses. El bar Don Chicho pareció estallar de rabia. Una parte de los humanos y casi todos los insectos insultaban al referí alemán. Los demás se agarraban la cabeza como hipnotizados y repetían:
    --Y ahora…
    Los insectos se agruparon más cerca del televisor, sobre la cabeza de un señor pelado.
    El inglés iba a tirar el penar y el arquero argentino esperaba nervioso. Los segundos pasaban interminables. La pantalla mostró un primer plano del delantero inglés.
    --¡Efraín!—gritó de pronto una mosca. ¡Es Efraín!
    Efraín el mosquito estaba sobre la mejilla del delantero inglés esperando que el referí diera la orden para patear el penal.

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    Respuestas
    1. --Está por…por- alcanzó a murmurar el hermano mayor de Efraín. No alcanzó a decir picarlo. El referí hizo sonar el silbato. El jugador inglés corrió hacia la pelota, cuando estaba por patear Efraín hundió su aguijón en la acalorada mejilla. El delantero se sorprendió, hizo una extraña mueca, y tiró la pelota a la tribuna. El Don Chicho estalló en gritos de algarabía. Pero en medio de los festejos una cucaracha que estaba sobre la propia mesa del televisor gritó:
      --¡Esperen!
      No fue necesario que explicara nada, porque todo se vio con claridad: el jugador acababa de pegarse en la cara, aplastando a Efraín.
      Los bichos salieron volando del Don Chicho sin interesarse por como seguía el partido. Desconsolados regresaron enmudecidos a la Planta de Limón. Fue una noche interminable en la que nadie podía parar de llorar y decir cosas como:”fue un héroe” o “yo jamás me hubiese animado a arriesgarme como lo hizo él”.
      Bueno no todas las historias pueden tener final feliz y sobre Efraín el mosquito solo falta agregar que la mayoría de los bichitos que nacieron esa temporada los padres le pusieron su nombre y que cada tanto en el barrio de la Planta de Limón aparece escrito, con indudable letra de insecto la leyenda “Efraín Vive”.
      Lástima que no sea cierto.

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  3. Ricardo
    Francisco un vasco anarquista que llegó a principios del siglo XX, había logrado arrendar un campo, lo que le permitió criar a su numerosa familia de doce hijos, junto a su mujer.
    A pesar de que hacia mucho tiempo que vivía en este país, cuando hablaba parecía una mezcla de gallego con indio, nunca se enteró que los verbos se conjugaban, para él todo era en infinitivo. Ni hablar de football, decía: “joder, yo no entender como veintidós hombres correr pelota tanto tiempo”, además no hubiese podido jugar, porque nunca se puso otro calzado que no sean las botas de cuero, endurecido por tantas mojaduras.
    Ricardo el menor fue el único que comenzó sus estudios secundarios en el pueblo. Los compañeros lo invitaron a ser parte del equipo de football del club donde practicaban, cosa que al padre no le causaba mucha gracia.
    Un sábado Ricardo salió en su bicicleta para la cancha a entrenar y cuando llegó se dio cuenta que el cachorrito negro lo había seguido. Ni bien lo vieron los muchachos al perrito, lo recibieron muy contentos y lo nombraron mascota del equipo, llamándolo Negrito.
    Resultó que el Negrito, era Negrita y fue creciendo. Los chicos le enseñaron a golpear con el hocico la pelota para iniciar cada partido.
    Una mañana temprano, cuando Francisco se levantó, preparó el mate, mientras esperaba a los demás que se levantaran de dormir, miraba por la ventana la quinta que con orgullo mostraba a todas las personas que lo visitaban.
    De pronto, vio correr entre los tomates, las acelgas, las arvejas a una jauría de perros detrás de la Negrita, que ya había crecido lo suficiente como para ser mamá.
    Francisco salió a las chuequeadas con un palo en la mano a espantar a los perros, entre gritos y palazos al aire, los perros se fueron escapando, pero uno de esos movimientos, fue a dar en la cabeza de la Negrita, la que calló desplomada sobre la tierra entre las lechugas.
    Desesperado por lo que había hecho, buscó una pala, cavó un pozo y la enterró antes que lo vieran y en especial Ricardo.
    El día pasó, nadie se dio cuenta que faltaba la Negrita, pensarían que andaba por ahí con los perros. No comentó nada a nadie.
    Al día siguiente realizando su rutina de todas las mañanas, pensando como se lo iba a decir a Ricardo, al mirar por la ventana vio a los perros corriendo otra vez por la quinta, fue tal el asombro al ver que delante de todos iba la Negrita,
    Que dijo –joder, ¡menos mal!, ¡porque hoy Ricardo jugar primer partido de campeonato!

    Olga Chipy

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